Se define a la evaluación como una oportunidad para regular estrategias didácticas en función de los conocimientos, aprendizajes e ideas previas de los alumnos; advertir donde han estado los errores y elegir nuevas estrategias y actividades para ayudar a los alumnos en el aprendizaje que aún no han logrado construir; y realizar correcciones y ajustes en las estrategias de acuerdo a los logros obtenidos en función de los objetivos propuestos. Cada una de estas tres finalidades de la evaluación, se corresponde a su vez con un tipo de evaluación diferente: La evaluación diagnóstica, la evaluación formativa y la evaluación sumativa. Hoy el aprendizaje y la evaluación deben tomar en consideración el desarrollo del propio estudiante, es decir, sus expectativas, sus niveles iniciales, sus estilos de aprendizaje, sus ritmos e intereses...., sus necesidades y proyección futura. Desde esta perspectiva, el reto de la evaluación es cómo debe plantearse para ser congruente con las teorías que se propugnan para un aprendizaje significativo y respetuoso con las peculiaridades individuales y culturales del alumnado y sus necesidades. “La evaluación debe ser comprensiva e inclusiva de lo multicultural considerando como multicultural no sólo las diferencias étnico-culturales sino las de género, clase social, medio... aunándolo con las diferencias en las capacidades individuales y de grupos y con las de motivación” (Banks (1997).
Principios de la Evaluación: La evaluación se ha convertido en una actividad en la que hay muchas cosas en juego. Las estrategias de evaluación están basadas en principios y objetivos que están estrechamente entrelazados. La validez y la fiabilidad se encuentran entre los factores más importantes de la evaluación, que adoptan varias formas porque no son simples conceptos y aunque se abordan por separado, mantienen entre sí una estrecha relación. La pregunta esencial que debe surgir cuando se determina la validez de cualquier forma de evaluación, independientemente de lo formal o informal que pueda ser es:
¿Mide mi evaluación lo que pretendo medir? En una evaluación (segundo semestre de 1º básico) el ITEM A-comprueba si mis alumnos pueden convertir metros a centímetros.
Y solicito: “Transforma la expresión 1,35m. a centímetros”.
El uso de un lenguaje más complejo como: “transforma la expresión” en lugar de “convierte”, hace que el ítem se acerque más a una prueba de lenguaje. Si el alumno no entiende la expresión usada, no me pide ayuda y por tanto no contesta la pregunta, no es certeza de que no logró el aprendizaje.
Aunque la consideración de la “fiabilidad” también tiene varios apartados, todos se refieren básicamente a la coherencia. Sin embargo, si una evaluación carece de validez no tiene ningún sentido considerar su fiabilidad, porque una prueba fiable, pero no válida, sería inútil. Significaría que la evaluación no mide lo que se supone que debe medir, pero que lo hace con una imprecisión constante, lo que no es precisamente una receta para el éxito.
Funciones de la Evaluación: La evaluación de los aprendizajes presenta básicamente dos funciones, a) una de carácter social de selección y clasificación, pero también de orientación del alumnado y b) otra de carácter pedagógico de regulación del proceso de enseñanza y aprendizaje, es decir de reconocimiento de los cambios que se han de introducir progresivamente en este proceso, para que todos los alumnos aprendan de forma significativa. Dicha función es de carácter pedagógico o formativo, pues aporta información útil que nos permite adaptar las actividades de enseñanza-aprendizaje a las necesidades de nuestros alumnos y de este modo mejorar la calidad de la enseñanza. Se inserta en el proceso de formación, ya sea en su inicio, durante él o al final, pero siempre con el objetivo de mejorar el aprendizaje cuando aún se está a tiempo. En tanto que la primera de estas funciones pretende, esencialmente, informar de la progresión de los aprendizajes a nuestros alumnos y apoderados, para poder acreditarles la certificación correspondiente que la sociedad requiere del sistema escolar. Por tanto esta función es de carácter social, pues constata la adquisición de conocimientos al terminar un año escolar, un ciclo o una unidad de trabajo.
martes, 19 de junio de 2012
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